Fausto

Las llamas de las antorchas de los calabozos permanecian estáticas en su lugar, ante la falta de algun viento que las agitase como en las calles, lo cual era un alivio para los vampiros presentes. Tanto el fuego como la luz del sol eran las dos principales cosas que podian traer la muerte definitiva a un vástago, pero habian otros métodos como habia aprendido Fausto gracias al consejo de la gitana.

El jefe de guardia, un hombre de unos cincuenta años, con una cicatriz en el cuello, barba y cabello de color gris allí al lado suyo habia acordado darle unos dias al conocido Cruzado para que pudiese encontrar algo capaz de redimir a Juana, pero las posibilidades de encontrar tales cosas eran ínfimas. Si ella habia sido tentada por el diablo, corrompida y manipulada, lo mejor que podian hacer era darle una muerte cristiana antes de que extendiese su corrupción, escondiendose detrás de su apariencia o intentando dar lástima. Más lo sabia Fausto que cualquiera, no habia cuartel para los herejes y los cómplices del diablo.

Sin embargo, las palabras de la Gitana rondaban por su cabeza...